En San Lorenzo (1400–900 a.C.), se realizó nivelamiento masivo: plataformas de arcilla formando una explanada simétrica a lo largo de un eje norte-sur, con rellenes de cientos de miles de metros cúbicos de tierra. Un antiguo sistema de drenaje con canaletes de basalto distribuidas evitaba encharcamientos en la temporada lluviosa. En La Venta, la Pirámide Grande (aprox. 30 m de altura, 130 m de diámetro) fue construida sobre arcilla compactada, rodeada por montículos cónicos y plataformas bajas dispuestas a lo largo de un eje ceremonial N‑S. Se trata también de la primera pirámide escalonada en Mesoamérica.
Laguna de los Cerros presenta un patrón distinto: montículos paralelos atravesando plazas rectangulares acompañados de montículos cónicos en extremos, posiblemente utilizados como plataformas residenciales o ceremoniales.
Las plazas centrales funcionaban como espacios abiertos rodeados por montículos que delimitaban áreas rituales y de circulación. En La Venta, los Complejos A y C forman un eje cívico-ceremonial alineado casi exactamente al norte verdadero, con una disposición bilateral simétrica que sugiere planificación astronómica. El Complejo A incluye plazas rodeadas de columnas basálticas y plataformas que restringen el paso, acentuando su exclusividad ceremonial. Ofrecía tumbas monumentales y mosaicos serpentina cubiertos con arcilla, interpretados como pavimentos rituales simbólicos.
La arquitectura olmeca se basaba principalmente en arcilla compuesta local (para montículos y plataformas), mientras que la piedra volcánica (basalto) se empleaba para esculturas, columnas y drenajes provenientes de canteras distantes.
En San Lorenzo, los canalones de drenaje estaban hechos de bloques de basalto, formando una red que regulaba el agua estancada en temporada de lluvias. En La Venta, los bloques de serpentina y espejos de hierro‑óxido aparecen enterrados como ofrendas integradas en los rellenos arquitectónicos del Complejo A, como pavimentos rituales cubiertos por arcilla.
Los enterramientos en tumbas dentro de plataformas (por ejemplo, sarcófago monolítico, columnas basálticas) muestran un uso sofisticado de materiales y planificación ritual integrada.
Los centros olmecas no eran urbanos en sentido residencial, sino espacios ceremonial‑políticos controlados por la élite religiosa y gobernante, que utilizaba arquitectura monumental como medio de legitimación simbólica.
En La Venta, el Complejo A se interpreta como un centro mortuorio real: sus tumbas y ofrendas masivas están integradas en la plataforma ceremonial, funcionando como monumentos ancestrales de elite protegida por arquitectura controlada. Las ofrendas monumentales (mosaicos de serpentina en pavimentos, espejos, jade, esculturas) amplían el mensaje de autoridad divina y ancestralidad, mostrando control sobre recursos exóticos y trabajo especializado.
La puesta en escena ritual, con plazas abiertas y ejes ceremoniales entre plataformas y esculturas, facilitaba procesiones, ceremonias calendáricas y la representación pública del poder ritual, con disposición visual y simbólica premeditada.