La historia de Mesoamérica comienza con una civilización que, por su antigüedad, complejidad y legado cultural, ha sido reconocida como la primera gran civilización de la región: la cultura olmeca. Desarrollada entre aproximadamente el 1500 a.C. y el 400 a.C., los olmecas establecieron muchos de los elementos que más tarde se volverían fundamentales en las culturas mesoamericanas posteriores, como los mayas, los zapotecas o los mexicas. Por ello, han sido denominados por numerosos especialistas como la “cultura madre de Mesoamérica”.
Uno de los aspectos más notorios del legado olmeca es su expresión artística y simbólica, que no solo refleja una cosmovisión compleja, sino también una técnica avanzada y un fuerte sentido estético. Las famosas cabezas colosales talladas en basalto, que pueden pesar hasta 40 toneladas, muestran un dominio impresionante del trabajo en piedra. Estas esculturas, que representan rostros humanos con cascos ceremoniales, probablemente retrataban a gobernantes o personajes sagrados. Su realismo, expresividad y monumentalidad no tienen precedentes en Mesoamérica hasta ese momento.
Otro elemento que demuestra la primacía cultural olmeca es la aparición temprana de escritura y numeración. Aunque no se ha descifrado completamente el sistema de escritura olmeca, se han encontrado glifos jeroglíficos tallados en estelas, monumentos y otros objetos que datan de muchos siglos antes de la escritura maya. Este sistema posiblemente se usaba para registrar nombres, linajes, fechas rituales o eventos importantes.
La influencia olmeca no se limitó a su territorio original. A través del comercio, los intercambios rituales y las migraciones, los elementos olmecas se esparcieron por amplias zonas de Mesoamérica. Se han hallado objetos de estilo olmeca —como máscaras, esculturas y cerámica— en regiones tan lejanas como el Valle de México, Oaxaca, Morelos, Chiapas, Guerrero y Centroamérica.
Otro legado importante de los olmecas es la introducción del juego de pelota mesoamericano, una práctica que más allá de lo deportivo tenía un profundo sentido ritual, simbólico y político. En la cultura olmeca, el juego de pelota estaba vinculado al ciclo del día y la noche, al
movimiento de los astros y al orden del cosmos. Esta actividad, que también aparece en esculturas y bajorrelieves, fue adoptada por todas las civilizaciones mesoamericanas posteriores, con mínimas variaciones.